Por Juan de la Cruz Gutiérrez
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Fotografías: Portal Oficial de Turismo de Cáceres y David Díaz Pérez.
La luz de Cáceres, fascinante Ciudad Medieval
El viajero se llena de luz en su andadura y emociones por la Ciudad Medieval de Cáceres. Paso a paso, rincón por rincón, la ciudad, Patrimonio de la Humanidad, se alza a la eternidad de forma permanente a través de su conjunto histórico-artístico-monumental… Una ciudad española fascinante. El viajero se llena de hechizo y sabor, de pasión, en su recorrido por esta ciudad caminando entre el pálpito de las luces de la historia que se expanden por la calma del amanecer, por el sosiego cuando los pasos transcienden en el atardecer, en los recorridos, de puntillas, por sus noches de admiraciones contemplativas, cuando el alma se serena y se radiografía, sublime, la intensidad y diversidad de la luz de Cáceres.
La Plaza Mayor con la inmensidad de la luz y un sol límpido y radiante como fondo.
Siempre inmensa, intensa. Siempre caminando entre esas luces de eternidad que se expanden por la calma del amanecer, por el sosiego cuando los pasos transcienden en el atardecer, en los paseos, de puntillas, por sus noches contemplativas, cuando el alma se serena y se radiografía, sublime, la luz de Cáceres.Cáceres destila aromas de una ensoñación que pareciera resurgir de sus cenizas en aras a lo más bello. Todo un recorrido al Medievo entre aventuras, mercados, adarves, iglesias, palacios, casonas palaciegas, beaterios, juglares, peleas… Piérdete, caminante, entre sus callejuelas y plazoletas y comprenderás cómo ha renacido su recreación con el tiempo. Una Ciudad Medieval de ensueño y lujo.
El Palacio de Toledo Moctezuma, la ciudad, el campo, el cielo y la belleza de Cáceres.
Verás: El viajero se llena de luz por la Ciudad Medieval de Cáceres, abrazándose al trasluz estival. Un haz de tonalidades amarillentas, azules, naranjas, malvas, rojizas, grises, obscuras, blanquecinas, que se dan cita una y otra vez con ese sentir de quien encuentra la vida como fuente de luz de Cáceres, de quien camina con la luz de Cáceres, de quien marcha hacia la genuina luz de Cáceres. En cualquier lugar, a cualquier hora, en uno y otro esquinazo, por sus caminos y surcos. Una luz tan profunda como mágica…
Palacio de Hernando de Ovando
Más allá toda una impresionante serie de estampas e imágenes que transitan en un recorrido de sublime sabor medieval: La Muralla árabe, el Adarve de la Estrella, la Plaza de Santa María, la Casa Mudéjar, de arquitectura toledana, la Cuesta de la Compañía, el Aljibe, el Palacio de las Veletas, sobre la Alcazaba almohade, la Puerta del Postigo, torres defensivas cristianas y árabes, la de los Púlpitos, la de la Yerba, la Mochada, La Enfermería de San Antonio, el Baluarte de los Pozos, el Arco del Cristo, que rezuma el sabor de la romana muralla, el Foro de los Balbos, donde se alzaba una de las puertas cuando la vieja Norba Caesarina, el Hospital de los Caballeros, el Balcón de los Fueros, la Casa del Judío Rico, la iglesia de San Mateo, alzada sobre una mezquita, campanas que espantan a un vuelo asustadizo y acelerado a cernícalos, vencejos, golondrinas, el conventual de San Pablo con monjas en clausura y voto de castidad, pobreza y obediencia, entre oraciones, trabajo, silencio y canticos gregorianos, un desfile de casas hidalgas cacereñas, la Judería, entre estrechos callejones sefardíes, y su barrio, San Antonio de la Quebrada, con ermita sobre una sinagoga, donde una deslumbrante luz reverbera en sus casitas encaladas, calles con nombres como Amargura, de la Gloria, del Mono, Callejón del Gallo, la Calleja del Moral, Rincón de la Monja, tantos otros tan silenciosamente recogidos y tan deslumbrantes, amplias plazas, estrechas y angostas callejuelas…
La iglesia concatedral de Santa María acompañada por la fascinante luz cacereña
Y, también, entre fachadas platerescas, góticas, renacentistas, portadas adinteladas, otras adoveladas, con sillares almohadillados, retablos barrocos, espadañas, matacanes, arpilleras, escudos esculpidos en cantería, unos; en alabastro, otros, blasones heráldicos de familias nobiliarias, con torres, águilas, flores de lis, estrellas, osos, soles, becerras, perales, garzas, yelmos, escudos episcopales, muros de mampostería, almenas picudas, barbacanas, balcones esquinados, ramas de olivo, llamativas gárgolas, ventanas ojivales, gemelas otras, también enrejadas con hierro forjado, ajimeces cacereños, faroles, con preciosa luz que amarillea la noche, nobles medallones, alfices, saeteras, coronas voladas, conchas de peregrinos, leyendas pétreas por los siglos: “Esta es la casa de los Golfines”, “Sé tú Señor para nosotros torre de fortaleza y se renovará como la del águila, nuestra juventud”, “Vanitas vanitatum et omnia vanitas” (1), “Aeterna memoriam iustorum” (2), “Ave María”, “Non habemus hic civitatem manentum sed futuram inquiribus” (3), hornacinas como la de la Puerta del Río, con un Cristo crucificado o la de San Francisco Javier, bóvedas de rosca, patios herrerianos, mudéjares, renacentistas, toscanos, con claustros porticados, policromados artesonados, una salpicadura de jardines, salas de linajes, tapices, cuadros de siglos, pinturas renacentistas al fresco en paredes palaciegas, chimeneas de ladrillos, capillas, sepulcros artísticos, distinguidos, que velan una infinidad de testimonios y retazos en la configuración de la historia cacereña…
Cae la tarde, en toda su hondura, con un juego de colores que se admira en Cáceres.
Piérdete, caminante, mejor envuelto por la luz de la noche, y comprenderás el sortilegio histórico-artístico de Cáceres y su recreación, que han renacido con el tiempo. Una Ciudad Medieval por la que te irás sorprendiendo en todas sus esencias, tratando de alcanzar a tocar la luz de Cáceres. Un haz de tonalidades con pinceladas azules, naranjas, malvas, grisáceas, oscuras, blanquecinas, amarillentas, doradas intensas, cuando el sol quema, que tocas el granito y pareciera ardiente en tardes de estío… Colores que se dan cita constantemente con el corazón embargado y asidos a la luz de Cáceres, de quien lo hace exultante por la fuerza de los rayos de la propia luz, real, preciosa siempre, bajo el haz donde se siente Cáceres, aún con los ojos cerrados, qué digo, guiados, alumbrados por la luz que se impregna sobre la ciudad…
Adarve y el Arco de la Estrella.
Te preguntas ¿Qué sucede? Sencillamente, que te vas contagiando por la magia, sorprendente, de la luz de Cáceres, esparcida hacia todas partes como un ramillete de haces gigantescos de luz, tal como antes nunca habías percibido… Con una riqueza de siempre. Ayer, en los cauces de la Historia y su legado entre raíces judaicas, de la morisma y de la cristiandad; hoy, avanzando desde Cáceres, serpenteando por sus callejuelas y plazoletas, y hacia la esencia de la ciudad, su recinto amurallado, soberbio de esplendor; mañana, como un cielo infinito de luces… ¡Qué hechizo el que se encuentra más allá, al otro lado del telón de esa escenografía de la historia que se engalana por los rincones cacereños…! Por uno y otro tiempo histórico, en uno y otro lugar, a una y otra hora, en una y otra estación del tiempo, por uno y otro esquinazo, por todos sus caminos y surcos, en todas las direcciones, con la compañía de la lluvia, con sol radiante, cobijados entre sombras, envueltos entre nieblas, con calores, con fríos, con el misterio del encanto, siempre, a cada palmo, con la luz de Cáceres, fascinante, radiante… Siempre, en Cáceres, el rito y el ritmo de su luz perpetua…!
El Aljibe
Adéntrate más, entonces, amigo caminante, por la hondura de Cáceres, y avanza de la fuente de luz a las piedras monumentales. Tal vez no puedas expresar más palabra que la que sugieren e imantan los ojos abrillantados…
Ya estás de pleno ante la luz histórico-monumental, artística y excelsa de la ciudad. Jamás se perderá de tu memoria este hallazgo de luz y piedras, rehabilitado y realzado como jamás pudiera imaginarse.
El Baluarte de los Pozos
Con la riqueza que impresiona siempre la luz cacereña. Déjate ir, pues, hacia donde te lleve caprichosamente la vista, hacia donde te guíen los ojos, allá por donde te conduzca la mirada, hacia donde te dirija el corazón, por donde te pilote el sentimiento y el alma. Te lo aconsejo. Pasearás, entonces, con esa serenidad emocionante y sugerente que inducen las entrañas de la privilegiada ciudad.
Un consejo: No te pierdas un solo rincón, ni tan siquiera de rayo de luz, ni una sola de sus piedras, ni tampoco un solo palmo de sus muros, que se dan cita como el tercer conjunto histórico-monumental europeo. Penetra por toda la geografía del callejero, aprovecha esa inmensidad de luz, escucha el concierto del silencio y el encanto penetrante de la noche cacereña y sitúate en aquel Cáceres en el punto de encuentro con la Edad Media y el Renacimiento.
Un rincón del Barrio Judío de Cáceres
¡Ahí es nada…! Ese paseo, con el reloj de las prisas arrinconado en el mayor olvido. Medítalo, resulta todo un privilegio, ahora que avanzas tus pasos con las múltiples combinaciones de los colores que se funden con las infinitas pinceladas que emanan de la luz de Cáceres. ¡A cual más bella de todas…!
Uno se enamora de la luz de Cáceres como una estampa sagrada de vida en los adentros del viajero por ese conjunto abierto de calles y plazas palacios e iglesias… Toda una luz con sus juegos de magia, diversa, variopinta, hermosa de toda hermosura, como los campos, los horizontes, los cielos, los parajes, los paisajes y los prismas sacrosantos de todos y cada uno de los miles de rayos, que convergen y zigzaguean cada segundo, bajo el prisma multicolor de las bellezas, de los misterios, de la fascinación por todas las siluetas cacereñas pintadas, desde siempre y, sin embargo, a cada instante, por el esplendor de la luz…
La iglesia de San Mateo y el Convento de San Pablo.
Ahí radica el secreto del enigma, amigo viajero: La combinación de la hermosura de la luz de siempre, plasmada sobre los lienzos y bordada sobre los tapices de Cáceres. Cáceres es luz, sobre todo luz, siempre luz. O, mejor, Luz, con mayúscula. Genuina, plenamente cacereña, más bella que la propia belleza…
Entonces verás en esa Ruta de la Luz de Cáceres, numerosos haces de luz que brillan y de qué forma tan majestuosa y bella… ¡Cómo se distingue, entonces, la luz, la luz especial, con sabor de Cáceres…!
Siempre la luz inolvidable en el viajero y caminante intramuros de la Ciudad Medieval de Cáceres.
1: “Vanidad de vanidades y siempre vanidad”.
2: “La memoria de los justos es eterna”.
3: “No tenemos aquí ciudad permanente sino que buscamos la futura”.
Fotografías: Propiedad y autoría de la Concejalía de Turismo del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres y de David Díaz Pérez.
El Santuario de la Virgen de la Montaña, en la sierra de la Mosca, donde se alberga la Patrona de Cáceres, la Virgen de la Montaña.
Cáceres, Hoy
La ciudad de Cáceres, con más de dos mil años de antigüedad, es Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO, desde 1986, y Tercer Conjunto Monumental de Europa. El mismo se conforma como uno de los conjuntos urbanos medievales más hermosos del mundo, con una amplia muestra de palacios, iglesias, adarves, plazoletas, callejuelas, casas nobles, conventos, torres defensivas, ermitas miradores, abriéndose, desde a la luz, al colorido, al turismo, a la fascinación más sorprendente.
Fundada por Cayo Norbano Flaco bajo el nombre de Norba Caesarina, tras el paso de los visigodos, fue conquistada a los musulmanes por el rey Alfonso IX en el año 1229. Una amplia secuencia de argumentos y estampas, tal como queda enmarcado en las páginas de la historia de Cáceres.
La ciudad cuenta, hoy, con 96.467 habitantes, dispone de campus universitario, Escuela Oficial de Idiomas, Escuela de Bellas Artes, Conservatorio Profesional de Música…
Cáceres también forma parte de las Redes Caminos de Sefarad, por la Vía de la Plata, que transita por Cáceres en su recorrido de la calzada romana entre Gijón y Sevilla.
El Arco de la Estrella durante la noche.
El turismo, en base al hechizo de su Ciudad Histórico-Artística-Monumental representa uno de los principales ejes de la economía. Motivo por el que la ciudad ofrece una amplia y moderna red de hoteles, restaurantes con platos típicos de la tierra, migas, chanfaina, caldereta, guiso de cordero, así como establecimientos de venta de productos típicos, como los afamados jamones, chorizos y patateras, productos derivados del cerdo ibérico, quesos, como la Torta del Casar, dulces artesanales de repostería entre los que sobresalen perrunillas, mantecados, pestiños y buenos caldos, tanto tintos como blancos.
Es de señalar que la Semana Santa de Cáceres, de Interés Turístico Internacional, pregona, con una bellísima y extraordinaria sensibilidad, en su imaginería, como son los casos de Jesús Nazareno y el Cristo Negro, de mediados del siglo XIV y otros, en la hondura de sus desfiles procesionales y en sus recorridos. Fundamentalmente los que discurren por el escenario histórico-monumental cacereño, plagados de profundo fervor, devoción y hermosura.
Entre los principales eventos que se dan cita en Cáceres, Capital Española de la Gastronomía en 2015, se pueden señalar la celebración anual del Festival Womad, de música étnica, con intérpretes de diferentes partes del mundo y con variados escenarios por el Casco Histórico, el Otoño Musical, el Certamen de Teatro Clásico, el Mercado Medieval de las Tres Culturas. El Festival de las Aves, Los Conciertos de la Pedrilla…
Una amplia red de museos, como el Municipal, el de Historia y Cultura, el Guayasamín, la casa-museo árabe Yusuf Al Burch, o el Centro de Divulgación de la Semana Santa completan una oferta más que interesante.
Y siempre el brillo, la magia y el esplendor de la Luz de la Ciudad Medieval de Cáceres…